domingo, enero 21, 2007

2007

No sé cuándo comenzó esta cosa de dar saludos de año nuevo, pero creo que el momento icónico fue ya hace 4 años, cuando escribimos la presentación de "Aleatoriedades". 10 de enero de 2003, dice el libro. En ese momento saludabamos a un país que comenzaba a conocer, lleno de ansia y esperanza, a un presidente casi perfecto. Un presidente que ya sabemos no fue electo, sino impuesto por muchos o pocos, no importa, pero impuesto por la más destructiva de las vías: el miedo. Esa esperanza fundamentalista es un error comprensible para nuestra historia. Él hizo bien su trabajo: engañó bien, asesinó bien durante cerca de 15 años, maquilló bien las manchas de sangre en los párpados, lideró bien sus ejércitos y cultivó platanos, palmas, vacas y aliados de gran peso y calidad.

Luego comenzaron 4 años más. Y nosotras continuamos revoloteando nuestras colas indóciles. Nada tranquilas, pero contentas. Otra vez no pudimos escoger. La brutalidad establecida escogió por nosotras. Y la estupidez de siempre, claro, pero ya sabemos lo que esconden los grandes televisores y los clubes privados. No nos dejaron decir que no era él a quien queriamos, que no confiábamos más en su postura de monaguillo sicópata.

Entonces lo decimos ahora, lo decimos cada vez que nos dejan. Lo dijo Bogotá en su momento. Medellín, el Valle del Cauca... lo susurramos en el referndo y, al final, lo confirmó nuestra siempre amada Barrancabermeja.

Pero también aprendimos, en estos años de orgía amorosa, de solidaridad carnistoléntica, que el mundo es mucho más grande que ese pobre personaje que nos gobierna. El mundo es mucho más loco, mucho más perverso y también infinitamente mayor para recomponerse y luchar. Aprendimos que el patancito de faja tricolor es sólo un gramito de mierda en la mitad de la letrina. Aprendimos que siempre habrá donde esconderse y con quien volverse a amar. Tanto tanto, que nuestra ciénaga sigue protegida por la fuerza de ustedes, que es cada día más grande y poderosa porque son ustedes quienes la componen, y hemos sabido sumergirnos en ella para inyectarnos sus virus y ofrecerle toda nuestra vida. Tanto tanto, que la perversidad se derrite de nerviosa felicidad al descubrirse rodeada de bichos y calamares gocetas.

El sentimiento de nuestra lucha llueve bajo los zapatos desgastados de los que transitan sin resignación. No hay prisa, lo aprendimos bien. Como no hay muros que nos detengan, nos aislen ni nos protegan. Somos tan vulnerables que nos da vergüenza, pero esa vulnerabilidad ha congregado más amor y más fuerza que el blindaje reinante. No hay prisa, el trabajo es mucho y complejo. Y ya comenzó.

Este año 2007 promete danzas intensas, refriegas lleniticas de piel y color. Será un buen año, no tiene como no serlo. Los peores ya han ido pasando, hay un viento fuerte que se lleva el lodo y destroza los velos de las ventanas. La dignidad comenzó a ser construida cuando nuestros límites fueron devastados. Y eso no tiene vuelta atrás. El 2007 será un año poderoso, implacable, difícil, como lo es siempre la esperanza séptica, la esperanza verdadera.

Tenemos que prepararnos para saber qué hacer con un año así. Para no destruirlo en nuestra infinita torpeza requeteaprendida. Porque sólo así podremos hacer de él, 2007, el peor de los venideros... Tenemos que revisar que nuestros deseos de 12-uvas no impliquen la desgracia de otros (excepto de ya sabemos quienes, jijiji), que no vamos a construir nuestras catedrales sobre el templo del sol, ni que para las paredes de la casa que soñamos vamos a requerir la sangre y los cráneos de un pueblo entero.

Y La Bocachica Gozoza está aquí. Como lo ha estado en los últimos años. Lejos, muy lejos del poder poderoso, amiga de los pequeños y sensibles poderes, necia y compañera irreductible.

Beso cargado de mar, de rio, de tormenta subtropical y, por supuesto, de ciénaga magdalena.

1 comentario:

Luisga dijo...

Amada Bocachica, amiga de tristezas cortas y alegrías infinitas... 2007 tiene que ser el año en que comencemos a derrumbar la dictadura que ya nos quieren imponer los cacaos. (Que lo diga don Julio Mario: ¿Para qué quiere a Uribe otros cuatro años?) Que sea el principio del fin de la privatización de los servicios públicos, cada vez más privados. Que sea el inicio de la dignidad, de la tolerancia por lo diferente, de una nueva forma de entender el género y la riqueza.
Con abrazos y besos!