sábado, septiembre 10, 2005

A propósito de tantas cosas

Conozco una niña en Puerto Berrío, Antioquia, cansadísima de vivir. Mamá de un chiquitín más chiquito y desnutrido que ella. 19 años y cero esperanzas ni futuro. Conozco cientos de ellas en ese pueblo. Hermanas de tombitos y paracos que llevan a la casa dinero manchado de sangre, literalmente. Hijas de mujeres fuertes pero derrotadas por la descomunal fuerza de la barbarie. Conozco su hambre de cada día y las horas que pasa soplando perica y con la cara metida entre las piernas de un traqueto-paraco-ganadero-político-comerciante (que allí todo es lo mismo). Su voz llora desgarrada y pide auxilio al mundo, recorre las calles y cada local comercial para conseguir trabajo... “pero soy gorda y fea, nadie me va a dar trabajo”. Todo está tomado por sus majestades, no hay dinero, en cambio mucho plomo y amenazas, los dizque reinsertados se han apoderado de cuanta cosita existía... Nacer allí es como haber nacido en un burdel sin ventanas... ella es mujer, gorda y pobre... nada bueno le espera más que la esclavitud sexual... nada más. Nada más y esto es claro. Ha luchado todo lo que ha podido, ha inventado todo lo que su pésima alimentación le ha permitido, ha jugado todas sus cartas. Todas. Pero ya no quiere más sentir el palpitar de una verga sucia recorrerle la lengua o el ano por 3000 pesos. Ya no quiere más verle la cara a quien la obliga a soplarse el polvito blanco, ya no quiere más, sobretodo, repeler a los 3 machos que le ofrecen 500 pesos a su hermana por una mamadita ni dejar que su hijo pase otra noche sin comer. ¿Te imaginas a lo que sabe el semen de un ganadero borracho de 100 kilos? ¿Alcanzas a entender lo que es atender sexualmente a 1000 paramilitares combatientes en una finca de la que no puedes salir? Ella sí.

Puerto Berrío huele a río y a aguardiente regado. Tiene una Brigada del Ejercito Nacional en el centro del pueblo y una estación gigante de Policía con muchos muchos policías cuya misión es proteger la vida y honra de las personas. Uno de ellos, Cabo, es el papá del hijo de mi amiga. Cabo está casado y tiene muchos hijos. Cabo jamás usa condón y no sabe si tiene Sida. Cabo, uniformado y ocultando el anillo la enamoró y emborrachó a los 17 (de ella) en un bar y luego se la comió sin siquiera preguntarle. Cabo, por supuesto, no responde por el hijo que engendró. También tiene Puerto Berrío un puente hermoso sobre el río Magdalena y muchos muertos en el cementerio.

Conozco a esa niña y no me atrevo a juzgarla. Conozco también las voces de la clase media y alta cuando hablan de la pobreza, y de lo poco que la gente hace para superarla. Conozco el discurso de las individualidades y de la autoayuda y juro, por el dios que no tengo pero que protege a mi madre, que daría lo que fuera por verlos a ellos, discursivos-gordos-satisfechoshijueputas, teniendo que vivir la mitad de lo que ella ha vivido. Verles sus culos blancos y gordos ser penetrados por un traqueto sudao y a caballo. Verlos de rodillas pedir ayuda y que ni palabras ni susurros ya les puedan salir, tan sólo el aliento putrefacto del hambre... ¿sabes a lo que huele el aliento de una persona con hambre de verdad? Yo sí. No he sentido hambre nunca, hambre de la de verdad, de aquella que está marcada por la ausencia de posibilidades dignas para resolverla. No la he sentido y no quiero sentirla nunca, pero conozco bien el aliento y las lágrimas del hambre. ¿Y preguntas aún que si las armas son una opción? ¿Algún día han dejado de serla? Sólo son aceptables para ti en las manos de los poderosos, en manos de quienes dicen que las armas ya no son una opción, pero... ¿lo has pensado seriamente alguna vez? Vender tu vagina, mi ano, tu pene, mi lengua, es una opción para mí, frente a este computador. Para ella, y miles como ella en este maldito país, no es una opción, es casi una obligación. ¿Si no? pues tendrás que huir a no se sabe dónde o prepararte para morir. En el mundo de la colonización paraca (hija de la colonización antioqueña y que disculpen tantos paisas de buena fe) no sólo las tierras se te quitan, también los cuerpos, los sueños, las almas y, por supuesto, las vidas.

Puerto Berrío se hunde en el sueño de la seguridad democrática. Ella, mi amiga, es el costo real. La vida sangrante que no conocemos. Ahora veo las voces anónimas que escupen insensatez y ceguera decir: bueno, deje de quejarse y proponga soluciones... o, sí y hable de la guerrilla también... Voces que no respondo, pero que causan daño y preguntas infinitas: ¿por qué he de decir lo que quieres escuchar? ¿Para qué gastar mi tiempo y mi energía haciendo eco insensato de las palabras del noticiero o del púlpito de los seminaristas? ¿Por qué tengo yo que iluminarte y además darte soluciones? ¿Crees acaso que este no es un problema tuyo? ¿Crees, de repente, que tu comodidad es sostenible por mucho tiempo? No hay mentiras acá, no hay engaños, la Bocachica dice lo que ve y lo que se le da la gana.

Un besos. La Bocachica Gozoza -proyecto editorial-

2 comentarios:

Anónimo dijo...

hermano mio, desatas la ira de ocasionales visitantes, que miran el mundo a traves de RCN, El Tiempo y uno que otro noticiero en ingles por el satelital de sus casas. Será que sirve desatar la ira? Yo tambien estoy mamado de la ira. No, no te voy a pedir que plantees soluciones (que frase tan guevona). Me quedo simplemente pensando en el asunto.

Anónimo dijo...

Que duro eso... lo mas duro es saber que es verdad, que PUERTO BERRIO es un gran prostíbulo en el que pasea tranquilo don Berna cuando sale de Itaguí. Y que la vida de esa niña y ese niño, que son madre e hijo, se pierde en la desesperanza de seguir comiendo mierda. La prensa anuncia feliz la desmovilización de los paracos, pero no se desmoviliza el modelo cultural que nos montaron (y que nos dejamos montar), ni el modelo político, ni el económico...
Mierda bocachica, qué desgarrador... y sí debemos canalizar la ira, no dejarla de sentir y sobretodo no olvidar, no olvidar el dolor de esa niña que puede hablar y el de ese niño que dificilmente va a hablar con el hambre que tiene