PARTE I.
Las legislativas
Pareciera que al ser las elecciones legislativas el único espacio posible en este momento para hacer política, la oposición se haya concentrado en trabajar por unos resultados que desde hace rato están cantados. A pesar de los escándalos mediáticos, y las impopulares reformas a la salud, las maquinarias electorales de la burguesía y sus partidos están más aceitadas que nunca.
El tan mentado asunto de la “parapolítica”, si bien ha servido para que varios criminales pasen algunas noches en la cárcel, ha significado más una purga entre las filas uribistas que una verdadera victoria sobre el narcoparamilitarismo imperante.
Los candidatos uribistas al Congreso llegan como una nueva camada de obedientes fascistas dispuestos a obedecer, cobrar y arrellanarse en las mismas curules que se han venido negociando desde hace casi dos siglos. Algunos allegados a los “parapolíticos” aspiran a cargos en el Congreso y no dudamos que alguno de ellos pueda llegar a cumplir sus objetivos, teniendo en cuenta los intereses que los respaldan.
Según Germán Vargas Lleras, hijo de una rancia casta de políticos al servicio de la oligarquía, “Nunca se había visto tanto dinero en las campañas políticas.”[1] Diferentes reportes hablan de campañas que pagan entre $50.000 y $100.000 por voto, una jugosa suma en un país con un salario mínimo mensual de $515.000 y recientemente el Consejo Nacional Electoral (CNE) anuló la inscripción de cédulas debido a incosistencias en los datos de inscripción y lugar de residencia de los escritos, en lenguaje de la calle compra y trasteo de votos[2].
Partidos uribistas creados para las anteriores elecciones como Alas Equipo Colombia, Convergencia Ciudadana y Primero Colombia, desmantelados por sus vínculos con los narcoparamilitares, han reforzado las filas del Partido Social de Unidad Nacional (Partido de la U). Elementos lumpenburgueses[3] del uribismo que no quieren perderse de lamer la zuela presidencial a cambio de un cheque, pero sobre todo, valerse de las estructuras uribistas para mantener su cacicazgo local han conformado los partidos PIN (Partido de la Integración Nacional) y ADN (Alianza Democrática Nacional). Este último, habría perdido su personaría jurídica por un fallo del Consejo Nacional Electoral (CNE)[4]. A pesar de la cuestionable ética de los candidatos del PIN se especula que podría llevar a catorce de sus candidatos al Congreso[5]. Ciertamente la actividad proselitista de estos meses será una verdadera carrera de ratas y habrá mayoría uribista en el Congreso gracias al poderoso caballero[6].
De otra parte, el Polo Democrático Alternativo (PDA) puede seguir manteniendo una representación importante, aunque no numerosa, en el Congreso. Destaca la figura del jefe de la organización maoísta MOIR (Movimiento Obrero Independiente Revolucionario) Jorge Enrique Robledo, quien ha despertado gran simpatía entre los sectores más progresistas del proletariado por sus debates en el Congreso. Tal vez el más importante sea el del 27 de octubre del año pasado, en el que denunció los criterios, “plutocráticos” en sus términos, con los que el gobierno ha manejado el programa AIS (Agro Ingreso Seguro). Por primera vez en muchos años, las barras no fueron indiferentes a las palabras de un congresista y respondieron pidiendo la renuncia del Ministro de Agricultura.
Con una propiedad para exponer sus tesis de manera argumentada y sin recurrir aspavientos, Robledo, más que el MOIR, se ha ganado un importante apoyo popular que seguramente se reflejará en las urnas.
Otra curul segura será la de Jaime Dussán Calderón, jefe máximo del ala oportunista del Polo y ahora presidente de esta colectividad. Ciertamente la tendencia socialdemócrata sigue siendo el sector que tiene el control del PDA. En un partido que, a pesar de los errores, ha sabido crecer, eso significa votos. Seguramente arrastrará tras de sí hasta a otros reformistas como Parmenio Cuéllar, Alexander López, Venus Albeiro Silva o Iván Moreno Rojas.
Se suma a la lista de reformistas Tarsicio Mora, presidente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), la central obrera más importante de Colombia. Si bien su gestión deja mucho que desear en cuanto a marcar una verdadera dirección revolucionaria desde la mayor central obrera de Colombia, los afiliados a la CUT no perderán la oportunidad de llevar sus reivindicaciones hasta el Congreso.
Asimismo, el Partido Comunista Colombiano (PCC) tiene buenas perspectivas con la senadora Gloria Inés Ramírez y el director de Voz Carlos Lozano Guillén quien ha sufrido la persecución del régimen uribista[7]. A pesar de las pobres conclusiones del XX Congreso del PCC[8], esta organización tiene una tradición de 80 años de lucha que no pasa desapercibida para los trabajadores descontentos con el capitalismo. Habrá que ver el futuro de Wilson Borja, quien aspira al Senado por el PDA pero sin el aval del PCC, que lo llevó a la Cámara de Representantes.
Dos candidatos que la prensa burguesa llama “de opinión” como son Iván Cepeda Castro, principal figura del MOVICE (Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado) y Gustavo Moncayo, padre del soldado que más años ha acumulado como prisionero de las FARC-EP y protagonista de la lucha por el intercambio humanitario con las guerrillas, tienen fuertes posibilidades al representar las reivindicaciones de una parte importante del proletariado colombiano afectado por el conflicto armado.
Empero, no será el PDA una fuerza mayoritaria. El uribismo, incluído el Partido Conservado, y el PL tienen sus maquinarias más aceitadas que nunca. Sin embargo, no es ésta situación motivo de lamentos. Pocas son las victorias que la clase trabajadora ha cosechado en los parlamentos. Las grandes conquistas se logran en las calles como resultado de la movilización masiva y la organización de clase alredor de un partido revolucionario que es, o debería ser, mucho más que un aparato burocrático para organizar campañas electorales.
[3] Este término hace referencia a los elementos lumpen (asesinos a sueldo, proxenetas, narcotraficantes, etc.) que por vía del narcotráfico y actividades conexas han podido ascender en la escala social sin ser totalmente reconocidos y aceptados por la clase dominante.
[6] Referencia al conocido poema “Poderoso caballero es don dinero” de Francisco de Quevedo (1580-1645).
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