lunes, abril 18, 2011

Fabián Farias Quijada (Talca, Chile)




Joela, ¿cómo se dice: cabeza o caéza?
Caéza, querida, Caéza
Bladi, ¿cómo se dice: espalda o esparda?
Esparda, loca, Esparda
Sergia, ¿cómo se dice: corazón o corazona?
Corazona, hija, Corazona



SOBREVIVIENTA
Del libro Corazona (Editorial Moda y Pueblo, 2011)


“Tengo toda mi vida para vivir. Tengo todo mi amor para dar.”
GLORIA GAYNOR

Sergia pide fuega, prende una cigarra. Las dedas se le están congelando bajo la niebla combustible que desciende por el cerro La Virgen. Sergia está nerviosa, espera afuera alguna cuerpa delgada que se haya quedado sin plata para el tapsi. Esta noche nos vamos de capcería hija, arreglépse, arreglépse, y me vacía encima la frasca entera dulce de perfuma. Sergia es mi bisabuela y me entrena a diario en mañas y malas costumbres. Como lo hizo con la Bladi y la Bladi con la Joela y la Joela conmigo. Hoy sacamos una colchona y la pusimos en la entrada de mi casa, estuvimos toda la tarde celebrando los goles de los rufianes que jugaban a la pelota en la vereda de enfrente, ese es para ti hija, ese tiene los ojos bonitos como te gustan a ti, dile que venga, ofrécele un vapsito de cervepza. Faltaba música, sacamos la equipa por la ventana, los rufianes se pusieron contentos y se sacaron las poleras. Como toda mujer yo me entrego al amor, Sergia cantaba María Marta y yo hacia las contactas para la noche con mis nuevos mejores amigos. Encaramadas en la jeep de la Bladi la cotorrea seguía, yo me fijaba en sus gestas, en su acenta, en la ritma recargada que agarraba la conversapción, en la gritería desaforada de la canción himna de la noche, grabada veinte veces en la misma cd, en un rosario gigante que se colocó la Sergia alrededor de la cuella, cómprepse una de estas, para que le repce unas ave marías al hombre hija. Afuera la música hacía otra ambienta, eran otras las que entraban y salían de la bodega enchulada para la mundilla, eran otras parecidas a mí, jóvenes como yo, enamoradas como yo, pero todas ellas víctimas, objetas en vitrina a mi alcance, me sentí única y poderopsa, yo le voy a enseñar a darse vuelta a los hombre hija, como lo hizo la joela con esos mormones que se llevó para la capsa. Sergia no se cansa de esperar, la noche se nos alarga hablando de cómo dejar y no quedar negras, pelando a difuntas y sobrevivientas, yo quiero ser una sobrevivienta, quiero un Rosario gigante como el que tiene la Bladi, quiero unos mormones altos y rubiecitos como los que se llevó la Joela, quiero salir a fumarme una cigarra con la Sergia, nunca quedar negra y no cansarme de esperar.

6 comentarios:

José Miguel dijo...

Creo que hay un camino hermoso por ahí, Fabián... Felicitaciones... opinar no es arrogancia, o no quiero que sea, sino simplemente un gesto de parcería, como los que una espera también recibir, como decirle a alguien, muy bonita tu blusa o que le digan a uno tienes un restico de moco en la nariz o cosas así......
Por muchas razones me encanta tu texto, me parece una grieta por la que quisiera seguir viendo.... porque parece que hay cosas bacanas... y que no deje de ser grieta!

Gracias, gracias! Y besos para esas maravillosas madres/abuelas/bisas/hermanas-ytal-ytal

Texte-à-texte dijo...

AAaaahhhh, que cosa tan linda este epígrafe... la podría robar para mi tesis... porque es muy linda y sintetiza una de las más bonitas fuerzas de la bocachica con la libertad de lenguage, con la verdad de las palavras... Muchas gracias!!!

Letícia

Texte-à-texte dijo...

Yo leo y releo y treleo y cada vez me encanta más ese cuentito...

fabian_frs dijo...

Las sobrevivientas aun esperan en las Talcas mismas, escuchando música añeja, retorciendo el lenguaje, apartando todo concepto masculino con la misma fuerza con la que les fue impuesto, con la violencia de una ternura que solo es posible mirarla desde adentro, desde las corazonas agitadas de una provincia triste.

Gracias chiquillos por compartir estas libertades, que grande que es la bocachica!!!

Cariños

Fabián Farias Q.

LuisGa dijo...

Sonrío con los huesos... un cuento hermoso y demoledor. Un cuento que hay que leer varias veces para degustarlo. Un cuento cortico, cortico... pero poderoso.

Mucha envidia de la buena... muchas gracias Fabián por comapartir con la bocachica.

zanadja dijo...

Es como un refresco en medio del desierto androcéntrico en el que vivimos. Un desafío para los guardianes de la lengua que oculta realidades y permite atrocidades.

Muchas gracias por la propuesta!!